La escuela rural centenaria que reunió a 200 ex alumnos para preservar la historia local

Celebrar para no olvidar. Durante el pasado fin de semana, 180 personas viajaron para avivar los recuerdos de aquellos días en el pueblo que los formó, Esteban de Luca, uno de los diez parajes del partido de Carlos Tejedor.

Un reencuentro significativo

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Para muchos que pasaron por las aulas de la Escuela Primaria Nº7, fue una experiencia singular. “En las zonas rurales, la escuela representa el corazón de la comunidad, y su historia también narra la del pueblo”, comenta Cinta Delgado, la directora del establecimiento, quien junto a la cooperativa escolar asumió la responsabilidad de llevar a cabo la celebración del centenario. En la actualidad, reside en la estancia “La Elda” de José Luis Solé, a siete kilómetros de la escuela.

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Desde lugares tan diversos como Laboulaye en Córdoba hasta ciudades como CABA, Haedo, América, Junín y pequeñas localidades de la provincia como Pergamino, Colonia Seré, Tres Algarrobos, Carlos Tejedor y Pehuajó, exalumnos y familias se reunieron para rememorar el pueblo vibrante que una vez fue: con delegación municipal, comisaría, herrerías, un matadero, una feria, estación de tren y oficina postal.

Entre los participantes había personas incluso mayores de 90 años. Llegaron en vehículos, cruzando caminos de tierra: lugareños, hijos, nietos y bisnietos que pisaban esas tierras por primera vez. En el vestíbulo que da al exterior de la escuela, antiguos estudiantes se reencontraron tras décadas y familias se presentaron entre sí por primera vez. También asistieron docentes de la escuela, el Jardín N°10 (que comparte edificio con la escuela), autoridades del Consejo Escolar de Carlos Tejedor y la intendente local, María Celia Gianini.

Reviviendo los tiempos pasados

Los asistentes izaron las banderas nacional y bonaerense, y entonaron el Himno Nacional Argentino. El día soleado disipó las preocupaciones causadas por el mal tiempo que obligó a posponer el evento a este último fin de semana. Se llevaron a cabo exposiciones fotográficas, se otorgaron reconocimientos y se descubrieron placas conmemorativas. Se hizo sonar la campana, y junto a los niños de la comunidad se cantó el “Feliz cumpleaños”.

Las memorias están profundamente enraizadas. Sergio Garre, nativo de la zona, vivió en Esteban de Luca desde su nacimiento, a cinco kilómetros de la Escuela Nº7, donde completó su formación primaria. Al comenzar el nivel secundario, se trasladó a Juan José Paso. Más tarde, se mudó a La Plata para estudiar y se graduó como ingeniero agrónomo. Aunque ha residido en Pergamino durante los últimos 45 años, describe la escuela como “un lugar mágico” que le proporcionó las primeras herramientas para su desarrollo profesional.

Una imagen de tiempos pasados, con el letrero del pueblo.

No todos tuvieron esa fortuna. Silvia Casas, oriunda de Pehuajó, llegó al pueblo a los 11 años para completar 6º y 7º grado. En aquel entonces, residía junto a su familia cerca del vecino “pueblo de al lado”, Curarú, y asistía a la escuela “La Manuela”, ahora solo un recuerdo. “La falta de movilidad impedía a mis padres enviarnos a estudiar”, comenta. Su hermana permaneció con ella, mientras que su hermano fue enviado a una escuela pupilo. Esto refleja las percepciones sociales de la época en el interior de la provincia. Hoy, una de sus hijas está a punto de graduarse de abogada, al igual que Sergio, en “la ciudad de las diagonales”.

Adriana Pomar, de 65 años, viajó desde la Capital a Esteban de Luca tras más de dos décadas. Durante el encuentro, dialogó con una antigua maestra acerca de las inundaciones de 1986. “Mi esposo manejaba el tractor llevando a las maestras por los campos para atender los pedidos de los residentes que no podían salir”, le comentó. Cuando lo necesario no se encontraba en Paso, se buscaba en Pehuajó, y el lunes regresaban con lo conseguido para enseñarles a los niños. “La labor de un maestro rural es complicada, algo que muchos no comprenden,” reflexiona Adriana sobre la educación en esas áreas.

Los estudiantes entonaron “feliz cumpleaños” a la escuela. Foto de Ricardo Bernal

Actualmente, una sola profesora imparte clases a cuatro niveles distintos: 2º, 3º, 4º y 6º. Ella es Cintia, la directora, quien también enseña. En el Jardín, igualmente funciona un programa multiedad con una única docente. A nivel primario, hay una profesora de inglés, otra de educación física y una maestra auxiliar que asiste a ambas instituciones. A nivel inicial, se incluye también una profesora de arte.

Al atardecer, atravesaron la antigua estación abandonada (lo que antes eran vías) hasta llegar al club Juventud Unida “para compartir un gran momento con música y excelente servicio de cantina”, como indicaba la invitación. Este club era un lugar de encuentro los domingos, para bebidas, conversaciones, y juegos: bochas, fútbol, paleta. Abarrotado para bailes y kermesse. Cartas, política: peronismo, los años 50 y 60, época de Frondizi y del voto femenino.

Lugareños construyeron el club con sus propias manos. Recibieron a peones de campo y sus familias, entre choripanes y folclore, con un cantante de Tejedor. Tango y milonga rememoraron las tradicionales “fiestas campestres”, ahora bajo luz eléctrica, no más a la luz del farol. “Veo a tu padre en su antiguo traje a rayas bailando tango”, comentó Zulma Lucero mientras participaban juntos en el evento. “Fue una emoción singular bailar tango en el mismo suelo donde lo hicieron mis padres”, recordó Adriana, profundamente conmovida.

Rememorando lo que fue

“Me desperté llorando”, narra Adriana, emocionada. A semejanza de muchos, partió del pueblo en busca de estudios y carrera; ahora vuelve con orgullo mezclado con nostalgia. La casa de sus padres ya no existe, hoy es un bosque. Reflexiona sobre “la dura vida del campo”, un contraste con la percepción urbana de la vida rural en ese tiempo.

Ex alumnos de todo el país se reunieron en el evento. Foto de Ricardo Bernal

“Al ver una foto de mi padre, recordé que mi madre falleció hace un año”, relata Adriana. Acompañada en el evento por su nieta Lua, reflexiona: “De niña me irritaba cuando me decían: ‘¡Qué lindo, creciste en el campo!’. Pero ahora me siento en paz. Aquellos que salieron de aquí llegaron lejos: médicos, ingenieros agrónomos, y otros profesionales. Hoy siento que he retornado, pude relajarme, dejar fluir lágrimas y dar espacio a otras emociones. Siento que es quizá la última vez que veré este lugar”.

Ricardo Bernal, nieto de Alonso Aguilar y Eulalia Cámara, recuerda con cariño sus veranos e inviernos visitando el campo de sus abuelos. “Fui profundamente feliz”, comenta. Este escritor y viajante recopiló detalles, colores y costumbres en homenaje al paraje que le enriqueció tanto. “Han trabajado mucho para este evento, incluso enviando invitaciones. Las comunicaciones en el campo no son sencillas”, explica fascinado.

La influencia del tren en el pueblo

Esteban de Luca, como muchas comunidades rurales argentinas, emergió gracias al ferrocarril. El 7 de enero de 1914, “El Provincial” —el Ferrocarril General Belgrano— recorrió por primera vez la localidad, marcando un progreso tal que esa fecha se recuerda como el día fundacional del pueblo.

La escuela de Esteban de Luca cumplió 100 años. Foto de Ricardo Bernal

“Esperar el tren era un evento social”, rememora Ricardo. La locomotora a vapor conectaba el pueblo con el mundo en un tiempo sin televisión y con la radio solo audible por la noche. Transportaba materiales, herramientas, y profesores, piezas esenciales del engranaje de la vida cotidiana. Las maestras venían al pueblo los lunes y se marchaban los viernes.

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Son historias como la de Esteban de Luca, que resuenan, en silencio, a lo largo y ancho del país. Sin trenes. Sin rugidos de locomotoras. Sin vagones que retumben en el horizonte rural.

Manuela Herzel. Maestría Clarín – UdeSA

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